¿Qué pasaría si los hombres tuvieran alas?


Desperté temprano, pinte las alas con una substancia firme que no se derretirá con el calor del sol y brillará con la luz de la luna.
Por ser chiquitos, sus alitas todavía no estaban bien desarrolladas y sus papás con todas las tareas y rutina me invitaban a ayudarlos para que llevara los pequeños a la escuela. Trabajo ese que me daba placer y gozaba de la confianza de sus padres. Los niños se acomodaban y las estábamos volando entre las nubles refrescantes del bello amanecer. Posábamos todos los días en diferentes lugares antes del aterrizaje, en los lugares donde ellos elegían y que estuvieran cerca del portan principal de la escuela. Un trayecto rápido pero que nos traía una sensación de paz y a veces miedo, cuando otros seres nos ultrapasaban en una velocidad que nos desequilibraba un poco.
Mi miedo era mayor que  el de los niños que se reían y no entendían el peligro que se nos acercaba.
Me gustaba volar entre los respingos de las cascadas para refrescarnos un ratito, pero  la mayoría de las veces, los niños salían ensopados de allá,  porque no tenían su protección .
Cuando ellos olvidaban su lancha, margullábamos   en las lagunas y lográbamos nuestra refección en los mares y compitiendo con las aves en los cielos, nos divertíamos y comíamos pescados frescos.
Después de llevar a los chiquitos  a la escuela , me daría una vuelta a la oficina de mantenimiento para checar si las plumas estaban en sus debidos lugares y si había alguna rota  por el choque con otros hombres  y/o la propia fuerza del viento, que a veces parecía no compadecerse de nosotros.
No las descuidaba nunca porque ellas me llevaban por muchos lugares a la velocidad que yo eligiera y el viento nos ayudaba cuando estaba de buen humor.
Medir nuestras plumas, decorarlas y verificar quién había volado, a qué distancia y por cuánto tiempo era nuestro entretenimiento. Eventualmente,  hacia volar la cabeza del cupido que ya no podía más con tantas peticiones.

Los árboles no podían verme, aunque yo amaba reposar a sus pies, ellos  abusaban de mí y me hacían  transportar sus semillas, se escondían entre mis plumas y cuando menos esperaba, estaban ellas brincando en los infinitos y verdeados pastos. Trabajo agradabilísimo , un colirio para mis ojos en las primaveras y otoños.

por Marli Camargo

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